lunes, 23 de marzo de 2009

EL MODELO ECONÓMICO DE LA DICTADURA MILITAR

A partir de la dictadura militar iniciada en 1976 se produjo la ruptura de la industrialización sustitutiva que se había iniciado en 1930 en la Argentina. En efecto, desde 1930 hasta 1976 se desarrolló en la Argentina el modelo de industrialización por sustitución de importaciones; en el cual las distintas políticas económicas, más allá de sus particularidades y diferencias, tenían en líneas generales como objetivo central incrementar el proceso de industrialización del país.
En otras palabras, la industrialización en este modelo de acumulación constituyó el propósito común y permanente de las políticas económicas, siendo la protección arancelaria, el privilegio fiscal y el crédito subsidiado los principales instrumentos de políticas para dicho fin. De esta manera, desde 1930 hasta 1976 se generó un mecanismo de transferencia de recursos hacia el sector industrial.
Una de las características más destacable de este modelo era la importancia del mercado interno como destinatario de los productos industriales producidos en el país; poniendo, de esta manera, un limite a la concentración económica, al ser el salario de los trabajadores la principal fuente de demanda de las mercancías.
Es decir, como gran parte del empresariado local producía para el mercado interno, el salario era visualizado por la mayoría de los capitalistas como un factor de demanda de sus productos. Por lo tanto, no existían incentivos de los sectores dominantes para reducir las remuneraciones de la clase obrera.
De esta forma, se constituyó lo que se denomino la “sociedad del empate” en la distribución del Producto Bruto Interno entre el capital y el trabajo; llegando a 1975 donde el 45% del producto era apropiado por los asalariados, mientras que el 55% restante se traducía en beneficio para los empresarios.
Sin embargo, es importante destacar que los sectores dominantes no eran homogéneos durante este modelo de acumulación. Por un lado, se encontraban las empresas transnacionales que daban más importancia al salario como un costo en lugar de visualizarlo como un componente de la demanda interna, debido a que los productos fabricados por estas firmas estaban destinados principalmente hacia los sectores de mayores ingresos de la población argentina y/o hacia los mercados externos.
Por otro lado, se encontraban las empresas locales que, a diferencia del capital extranjero, daban importancia al salario principalmente como fuente de demanda debido a que los bienes fabricados por ellos estaban en su mayoría destinados al mercado interno y particularmente hacia los sectores medios y bajos. Es decir, sus productos eran de consumo básico y masivo.
Esta disputa de la clase dominante condujo durante la industrialización sustitutiva a la conformación de una alianza policlasista entre los empresarios locales y la clase trabajadora. Dicha alianza aspiraba a generar un desarrollo acelerado y controlado por los sectores nacionales. De tal manera, la principal línea de disputa en este modelo de acumulación se estableció entre los sectores nacionales integrados por los capitalistas locales y los trabajadores, por un lado, y el capital extranjero, por el otro.
Por último, se encontraba el sector agropecuario, básicamente la oligarquía agropecuaria pampeana, enfrentado a todos los sectores restantes como resultado de la permanente transferencia de recursos en la industrialización sustitutiva desde el campo hacia los sectores urbanos y particularmente hacia la rama industrial.
Con la dictadura militar de 1976 se interrumpe el modelo de industrialización sustitutiva y se construyó un nuevo modelo de acumulación: el sistema de valorización financiera. Este nuevo modelo produjo profundas modificaciones de la situación imperante en la Argentina hasta ese momento.
En otras palabras, a partir de 1976 se generó un corte en la historia argentina que llevó a cambios políticos, económicos y sociales. En particular, las políticas económicas implementadas por la dictadura militar provocaron una transformación radical del esquema de funcionamiento de la economía argentina vigente desde 1930, es decir, de la industrialización por sustitución de importaciones.
El programa económico aplicado por la dictadura militar produjo una reversión completa de las políticas implementadas en la industrialización sustitutiva, condenando los instrumentos utilizados en este modelo y proponiéndose como objetivos la apertura de la economía, la libre operación de los mercados de capitales, la desregulación de los diferentes mercados y un proceso de privatizaciones; dando por terminado la industrialización como objetivo de las políticas económicas.
Algunas de las consecuencias más importantes del nuevo modelo de acumulación fueron: a) la concentración del ingreso, b) el crecimiento de la deuda externa, c) el incremento de la fuga de capitales, d) la desindustrialización de la economía argentina y e) un aumento de la pauperización social. Revirtiendo, de esta manera, algunos de los rasgos más positivos que había logrado la economía argentina durante la industrialización sustitutiva.

Concentración del ingreso:
Con respecto a la concentración del ingreso, el proceso de valorización financiera no requería la expansión del consumo de los trabajadores al perder importancia para la mayoría de los capitalistas el mercado interno. De esta manera, el salario pasó a ser visualizado como un costo para la mayoría de los empresarios en lugar de ser percibido como un factor de demanda como en el modelo de acumulación anterior.
La nueva línea de contradicción que introdujo este modelo se estableció entre el capital concentrado en su conjunto, integrado principalmente por los conglomerados extranjeros y los grupos económicos locales, y los trabajadores; donde el primer grupo comenzó a presionar para la reducción del salario real y la concentración del ingreso.
Este objetivo del capital concentrado sería logrado en el primer año de la dictadura militar a través de la aplicación de tres medidas económicas: a) congelamiento salarial, b) eliminación del control de precios de las mercancías y c) una fuerte devaluación de la moneda nacional. La consecuencia inmediata de estas tres políticas económicas fue una caída abrupta del salario real de los trabajadores, como resultado del proceso inflacionario que se desató como consecuencia de las dos últimas medidas unido al congelamiento del salario nominal.
De esta forma, se generó una importante transferencia de recursos de los asalariados al capital. La clase trabajadora pasó de apropiarse el 45% del Producto Bruto Interno en 1975 a solamente el 28% en 1977; en forma paralela el capitalista que se apropiaba del 55% del producto en 1975 pasó a participar del 72% del mismo en 1977. Por lo tanto, se destruyó la “sociedad del empate” que había caracterizado a la industrialización sustitutiva.
Asimismo se produjo la ruptura de la alianza policlasista entre los sectores nacionales, es decir, entre la clase trabajadora y los grupos económicos locales. Estos últimos se aliaron al capital extranjero, debido a que el salario, como dijimos, se había transformado en un costo para el conjunto del capital concentrado.
De esta manera, a partir de la dictadura militar se verificó un cambio estructural regresivo en la distribución del ingreso, rompiendo con uno de los rasgos centrales que había caracterizado a la sociedad argentina durante el modelo de industrialización sustitutiva.

Crecimiento de la deuda externa:
Otra modificación importante introducida por el gobierno militar en la economía argentina fue la reforma financiera realizada en 1977. Durante la industrialización sustitutiva una de las funciones principales del Banco Central de la República Argentina era regular el sistema financiero, lo cual implicaba, entre otras cosas, regular la tasa de interés de la economía.
La reforma financiera introducida por la dictadura militar implicó la desregulación del sistema financiero y, por lo tanto, la liberalización de la tasa de interés. Es decir, la tasa de interés de la economía pasaba a ser fijada por el mercado.
Por otro lado, la reforma financiera prohibía al Banco Central financiar los déficit públicos como sucedía durante la industrialización sustitutiva. De esta manera, a partir de dicha reforma el déficit del Estado empezó a ser financiado en gran parte en el mercado financiero local. Este resultado, junto con la liberalización de la tasa de interés, produjo que la tasa de interés interna empezara a subir, incluso estableciéndose por encima de la tasa de interés internacional.
Este proceso se unió con otra política económica llevada a cabo por la dictadura: la liberalización de la cuenta de capital de la balanza de pagos; permitiendo que el sector privado, específicamente los grandes grupos económicos, pudieran pedir prestado dinero en el extranjero y fugarlo libremente.
Todas estas modificaciones posibilitaron que el capital concentrado interno se endeudara en el exterior a una tasa de interés relativamente más baja para colocarla en el sistema financiero local a una tasa de interés más elevada, es decir, valorizaban financieramente en el mercado interno la masa dineraria que pedían prestada en el extranjero. De esta manera, comenzó a generarse el gran incremento de la deuda externa privada argentina, motorizada por el capital concentrado interno.
Por último, con posterioridad a la crisis financiera argentina de 1981 y el estallido de la crisis mexicana al declarar la moratoria de su deuda externa en 1982, se estatizó la deuda externa privada. De esta manera, la deuda externa del sector privado, es decir, la deuda de los grandes grupos económicos, se transfirió al sector público.
Es así como el endeudamiento externo pasó de 8.280 millones de dólares en 1976 a 45.087 millones de dólares en 1983.

Aumento de la fuga de capitales:
Junto con la deuda externa se incrementó notablemente durante la dictadura militar la fuga de capitales al extranjero como contrapartida de dicho endeudamiento, permitido también por la liberalización de la cuenta de capital de la balanza de pagos.
El incremento de la fuga de capitales fue la contracara del espectacular aumento de la deuda externa al operar ésta como una masa de capital liquido que se valorizaba en el sistema financiero interno debido al diferencial entre la tasa de interés local, a las cuales colocaban los fondos las grandes empresas, respecto de la tasa de interés de los mercados financieros internacionales, a las que se endeudaban, generando una renta financiera que luego fue colocada en el extranjero por el capital concentrado interno.
Todo esto confirmaba la estrecha relación entre la fuga de capitales y el proceso de endeudamiento externo durante el nuevo modelo de acumulación. La coincidente expansión de ambas variables no respondió a un hecho casual, sino más bien que fueron la expresión de un mismo fenómeno que consistió en el funcionamiento del endeudamiento externo en el marco de un nuevo patrón de acumulación basado en la valorización financiera, en el cual se instaló una etapa de fuerte endeudamiento externo seguido por la fuga de capitales. Es por este motivo que el período de mayor crecimiento de la deuda externa coincidió con el momento en que se generó la mayor cantidad de dinero fugado al exterior.

Proceso de desindustrialización:
La industria nacional llegó a 1976 en las mejores condiciones de su historia. Esta situación se sustentaba en los siguientes datos: a) acumulaba varias décadas de crecimiento continuo, sólo interrumpida por crisis coyunturales, b) se encontraba en un proceso de expansión que la había llevado hacia 1974 al uso de toda su capacidad instalada, c) se lanzaban los nuevos proyectos de expansión de las ramas básicas y d) las exportaciones de productos manufacturados habían alcanzado su nivel más elevado hacia 1974.
Sin embargo, la instauración del modelo de valorización financiera por parte de la dictadura militar tuvo como uno de sus principales resultados un proceso de desindustrialización de la economía argentina, generado por diferentes causas.
En principio, el atraso cambiario, estimulado por el gobierno militar con el objetivo de atraer al capital financiero internacional, unido a la apertura económica realizada por esta dictadura, provocó un incremento importante de las importaciones.
La dictadura militar utilizó diferentes medidas para favorecer las importaciones de bienes, destacándose la reducción de tarifas arancelarias y la eliminación de diferentes barreras no arancelarias, con el argumento de controlar los precios internos para evitar los procesos inflacionarios y mejorar la calidad de los productos fabricados en la economía argentina.
Este importante aumento de las importaciones generó el quiebre de numerosas industrias locales que se veían en la imposibilidad de competir con los bienes extranjeros o, de manera alternativa, se convirtieron en importadoras de los productos que antes fabricaban localmente.
Por otro lado, el atraso cambiario tuvo como consecuencia la disminución de las exportaciones de bienes manufacturados que comenzaron a retraerse fuertemente a partir de fines de 1977.
Una segunda causa que estimuló el proceso de desindustrialización fueron las elevadas tasas de interés cobradas por el sistema bancario local luego de la reforma financiera, repercutiendo de manera negativa sobre el sector industrial.
Los costos financieros llegaron a niveles tan elevados que terminaron siendo más importantes que los salarios en la estructura de costos de las empresas. Las elevadas tasas de interés eran pagadas por los industriales a través de la toma de nuevos créditos, lo cual fue generando un continuo incremento de las deudas de las distintas empresas.
Este endeudamiento creciente llevó a las industrias a encarar diferentes estrategias: a) algunas para poder sobrevivir optaron por la venta de activos fijos, reducir costos y achicar sus estructuras para poder pagar sus compromisos, b) otras industrias, en cambio, optaron por esperar una refinanciación de dicha deuda, pero como nunca se produjo terminaron quebrando al no poder pagar la deuda contraída.
La tercer causa que condujo al proceso de desindustrialización tiene que ver con el cambio en el comportamiento microeconómico de las grandes empresas.
En efecto, algunas industrias se beneficiaron como consecuencia del nuevo funcionamiento del sistema financiero. Estas eran generalmente grandes industrias y obtenían ventajas por dos mecanismos: a) disponían de dinero y, por lo tanto, se transformaron en prestamistas; b) pedían dinero en el extranjero a una baja tasa de interés y lo colocaban, como dijimos, en el sistema financiero local que pagaba una elevada tasa de interés y, de esta manera, con una operación financiera dichas empresas obtenían grandes montos de ganancias.
Es decir, en ambos casos, estas empresas, como resultado del nuevo contexto macroeconómico a partir de la instauración del modelo de valorización financiera, se convirtieron en el corto plazo en financistas o especuladores, dejando de lado su función de empresas productoras de bienes. En otras palabras, esas industrias se transformaron en agentes financieros y dejaron de utilizar las empresas como herramienta productiva.
Este resultado se debió a que los beneficios obtenidos en el sistema financiero eran superiores a los conseguidos en el sistema productivo. Para estas empresas la fabrica era un importante activo utilizado como garantía para tomar nuevos créditos y utilizarlos para valorizarlos financieramente. Incuso comenzó a existir operaciones de compra-venta de fabricas con el único objetivo de utilizarlas como garantía de nuevos créditos, y no con el objetivo de incrementar su producción.
Como cuarta causa del proceso de desindustrialización podemos mencionar la caída de la demanda local como consecuencia de la disminución del consumo al caer el salario real de los trabajadores, generando una reducción de las ventas realizadas por el sector industrial.
Además, los sectores altos de la población argentina, que vieron mejorado de manera notable sus ingresos debido a las políticas económicas implementadas por la dictadura militar, orientaron su demanda a los bienes importados o a los servicios, a costa de la oferta industrial local.
El resultado de la unión de todos estos factores fue un fuerte proceso de desindustrialización de la economía argentina. Dicho fenómeno se puede verificar en las cifras del producto industrial que representó en 1982 un 20% por debajo de 1974.

Aumento de la pauperización social:
A la caída abrupta del salario real de los trabajadores, y el consecuente incremento de la concentración del ingreso, debemos agregarle otros fenómenos que generaron durante el gobierno militar una pauperización creciente de la situación social.
Si bien durante la dictadura militar no se produjo un aumento de la desocupación y subocupación, esto se debió al crecimiento de la informalidad que actuó como “refugio” de aquellos que perdían sus puestos de trabajo. En efecto, durante este período se expandieron los trabajadores marginales, es decir, personas con baja calificación o instrucción formal que carecían de un puestos de trabajo estable en el sector formal y que por lo tanto se volcaron a ciertas actividades de baja productividad y reducidos salarios como por ejemplo vendedores ambulantes, lustrabotas, limpiadores de vehículos, entre otras.
De esta manera, a partir de la dictadura militar se inició un proceso de ajuste del mercado de trabajo típico de los países subdesarrollados, esto es, la falta de oportunidades en el sector formal del mercado laboral provocó que muchos trabajadores recurrieran a actividades en el sector informal para generar algún tipo de ingresos.
Por otro lado, también se expandieron durante este período los trabajos precarios. Efectivamente, salvo en el sector de establecimientos financieros y seguros, servicios prestados a las empresas y bienes inmuebles y el resto del sector terciario donde disminuyeron la cantidad de trabajos precarios y en el sector transporte y almacenamiento donde se mantuvo constante; en el resto de los sectores económicos la cantidad de trabajadores precarios aumentó durante el gobierno de la dictadura militar.
La conjunción de todos estos fenómenos provocó que durante el gobierno militar creciera en forma abrupta el nivel de pobreza. Por lo tanto, durante el gobierno militar se experimentó una movilidad social descendente, verificada en un proceso de pauperización absoluta de la clase obrera y de pauperización relativa de la clase media; lo cual implicó la ruptura con la movilidad social ascendente que caracterizaba a la industrialización por sustitución de importaciones.

Es importante destacar dos cuestiones fundamentales. Por un lado, este nuevo modelo económico fue impuesto por la dictadura militar a través del terrorismo de Estado que implicó la desarticulación de todo tipo de oposición popular. Por otro lado, este modelo rentístico – financiero fue legitimado y profundizado, en concordancia con las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, por los sucesivos gobiernos democráticos entre 1983 y el 2003.
A partir de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia de los Argentinos el 25 de mayo de 2003 se volvió a un modelo de valorización productiva, en el cual el sector manufacturero retomó su centralidad en la economía, con inclusión social, reflejado en la recomposición del mercado de trabajo a partir de la disminución del desempleo lo cual produjo una reducción de la pobreza y la indigencia.

jueves, 12 de marzo de 2009

LAS CONSECUENCIAS SOCIALES EN EL GRAN BUENOS AIRES DEL MODELO DE CONVERTIBILIDAD

Luego de la crisis hiperinflacionaria desatada a fines de la década del ochenta y que obligó a la salida anticipada del Dr. Raúl Alfonsín de la presidencia argentina, asumió el 8 de julio de 1989 el Dr. Carlos Saúl Menem.
Las políticas iniciada por el gobierno de Menem a principio de la década del noventa formaron parte de la aplicación de un shock institucional neoliberal que generó profundas transformaciones estructurales en la economía y la sociedad argentina. Este programa neoliberal se enmarcó en el denominado Consenso de Washington.
En efecto, hacia fines de los años ochenta y principios de los noventa el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional produjeron, a partir de los fundamentos neoliberales, un conjunto de propuestas de política económica que fueron sistematizadas bajo la denominación del Consenso de Washington; estableciendo un conjunto de instrumentos de políticas destinadas a resolver los problemas de inestabilidad de las economías latinoamericanas.
Este conjunto de políticas neoliberales recomendadas por los organismos internacionales a las economías Latinoamericanas se circunscribían a la idea general que los mercados son más eficientes y justos que las intervenciones del Estado a la hora de distribuir la riqueza de un país y generar un crecimiento económico.
Retoman, de esta manera, la idea central desarrollada por Adam Smith de la “mano Invisible”: cada individuo buscando su propio beneficio logra colaborar con algo que él no buscaba, es decir, contribuye con el bienestar general. Los neoliberales a este fenómeno lo denominan efecto “derrame”, lo cual implica que al realizarse todas las reformas estructurales recomendadas en el Consenso de Washington generarían un importante crecimiento económico que terminarían beneficiando a toda la población como resultado del “derrame” de la riqueza a los sectores más vulnerable de la sociedad. En este sentido, para Adam Smith y los neoliberales, el interés individual coincide con el interés general y, por lo tanto, no existe la necesidad de una institución que represente la voluntad general, como por ejemplo el Estado.
Las políticas neoliberales fueron impulsadas con especial énfasis en la Argentina a partir del gobierno de Menem en los primeros años de la década del noventa, retomando los ejes estratégicos del gobierno militar de 1976 y las recomendaciones del Consenso de Washington.
En este sentido, una de las políticas centrales del gobierno de Menem fue el modelo de Convertibilidad que duró desde 1991 al 2001 y que se sustentaba en los siguientes aspectos fundamentales:
a) La existencia de un tipo de cambio fijo, es decir, la convertibilidad automática de la moneda nacional respecto del dólar norteamericano dispuesto por una ley del Congreso Nacional.
b) El conjunto de reservas dispuestas por el Banco Central de la República Argentina debía ser equivalente por lo menos al 100% de la base monetaria, lo cual garantizaba el total respaldo del circulante monetario.
c) La prohibición de la actualización monetaria e indexación de los precios y de las deudas luego de abril de 1991.
Con este régimen económico se buscaba, por un lado, prohibir la emisión monetaria por parte del Banco Central para financiar al sector público y, por el otro lado, evitar la devaluación de la moneda nacional por parte del gobierno. Ambos aspectos tendían a lograr el objetivo explícito del modelo de Convertibilidad que era detener el incremento de precios generalizados, particularmente la hiperinflación desatada a fines de la década del ochenta.
Este Plan de Convertibilidad fue complementado con un conjunto de políticas neoliberales que abarcaron el programa de privatizaciones, la desregulación de los mercados, la flexibilización del mercado de trabajo y la apertura comercial.

En términos de largo plazo el régimen de Convertibilidad fue una profundización del modelo económica instaurado a partir de la última dictadura militar y legitimado durante el gobierno de Alfonsín.
Las consecuencias económicas más destacables del régimen convertible fueron un fuerte crecimiento de la deuda externa, la fuga de capitales, la concentración de capital, una creciente extranjerización de la economía argentina y un abrupto proceso de desindustrialización. Asimismo esto produjo un aumento de la desocupación, la subocupación, el trabajo en “negro”, la pobreza y la indigencia que se tradujo en un aumento de la exclusión social.
Esta desarticulación social que generó el modelo de Convertibilidad, si bien fue un fenómeno generalizado, se verificó estrepitosamente en el Gran Buenos Aires. Con respecto al mercado de trabajo mientras que el desempleo en el área metropolitana aumentó del 5,3% al 19,0% entre 1991 y el 2001, el subempleo y el trabajo no registrado creció del 7,0% al 16,5% y del 30,6% al 37,8%, respectivamente.
Esta regresividad del mercado laboral del Gran Buenos Aires implicó un fuerte aumento de la pobreza y la indigencia. En efecto, mientras que la pobreza aumentó en el área metropolitana entre 1991 y el 2001 del 16,2% al 25,5% de los hogares y del 21,5% al 35,4% de las personas, la indigencia creció del 2,2% al 8,3% de los hogares y del 3,0% al 12,2% de las personas durante el mismo período.
Es decir, las consecuencias sociales en el Gran Buenos Aires del régimen convertible y de las políticas neoliberales aplicadas por Menem demuestran el fracaso rotundo del “efecto derrame” y de la concepción neoliberal que propugna por el libre funcionamiento del mercado y la no intervención del Estado.