lunes, 22 de marzo de 2010

Sobran los dólares

Juan santiago Fraschina, Buenos Aires Económico, 19 de marzo de 2010.

La escasez de dólares fue una de las características centrales de la economía argentina, siendo su contraparte que el sector externo históricamente fue uno de los causantes principales de crisis recurrentes para la economía nacional. En otras palabras, la Argentina se caracterizó por constantes estrangulamientos externos debido a la fata de dólares que condujeron a una inestabilidad sistémica de la economía argentina.
La industrialización por sustitución de importaciones: En el modelo de industrialización por sustitución de importaciones iniciado a partir de la crisis de 1929 los “cuellos de botellas” en el sector externo se debían fundamentalmente a la necesidad creciente por parte del sector manufacturero de la importación de maquinas e insumos industriales, conduciendo a la economía argentina en forma permanente a déficit comerciales insostenibles.
En efecto, las industrias más dinámicas durante este modelo de acumulación fueron las manufacturas que integran el núcleo central de la denominada fase de “sustitución fácil de importaciones” compuestas por los bienes de consumo. En este sentido, el proceso de industrialización estuvo liderado por industrias como la textil, el sector automotor y artefactos eléctricos, entre otros.
De esta forma, las maquinarias y los insumos industriales necesarios para la producción de los bienes de consumo eran fundamentalmente importados. A partir de este rasgo, se consolidó una características del proceso de industrialización de la economía argentina: el crecimiento generaba un fuerte aumento de las importaciones para abastecer la producción manufacturera, provocando serios problemas en la balanza comercial.
A esto debemos sumarle límites desde el punto de vista microeconómicos. Los productos elaborados internamente eran frecuentemente copias de un diseño extranjero rezagado con respecto al desarrollo tecnológico internacional. Esto último se debía a que gran parte de las industrias locales poseían equipamientos físicos compuestos por maquinas usadas con un alto grado de obsolencia físico y tecnológico. A esto tenemos que agregarle la ausencia de un fuerte mercado de capitales para financiar a las firmas en la adquisición de maquinarias tecnológicamente avanzadas.
Todos estos fenómenos generaron que la industria argentina sea escasamente competitiva, lo cual provocaba que dependía fuertemente del alto nivel de proteccionismo al mismo tiempo que se carecía de exportaciones del sector manufacturero.
La suma de todos estos factores condujo a la consolidación en la economía argentina del denominado modelo stop and go. Este modelo se desarrolló fundamentalmente debido a que la industria argentina necesitaba de una creciente cantidad de divisas para importar los bienes de capital y los insumos industriales, pero al no poder exportar por ser industrias poco competitivas no le permitía conseguir al sector manufacturero sus propias divisas; transformándose en una de las limitaciones más importante del proceso de industrialización de la economía argentina.
Por lo tanto, durante la industrialización por sustitución de importaciones el estrangulamiento del sector externo era una situación común y permanente en los períodos de reactivación económica. Como dijimos anteriormente, al sustituirse manufactura liviana se necesitaba del extranjero los insumos intermedios de la producción industrial (como aluminio, productos siderúrgicos en general entre otros) y bienes de capital. De esta forma, al expandirse la economía y crecer el producto manufacturero, aumentaban también las compras externas de insumos para ese sector; tendiendo a generar saldos negativos en el comercio en la medida en que las exportaciones no acompañaban con un dinamismo similar.
A su vez, la economía argentina no estaba en aquellos años en condiciones de financiar el déficit del balance de pagos recurriendo al crédito internacional de fuente privada debido a que el acceso a estos mercados era muy limitado. Se imponía en consecuencia la necesidad de corregir las cuentas externas a través de medidas de ajuste. Las medidas de políticas que solían integrar los planes de ajuste tradicionales eran una devaluación de la moneda (para modificar la composición de la demanda a favor de bienes producidos internamente en detrimento de los extranjeros) y políticas recesivas a través de la reducción del gasto público.
La recesión provocada por estas políticas al contraer el volumen de las importaciones tendía a generar el superávit de la balanza comercial. A partir de este momento la escasez de divisas que había dado origen a la necesidad de ajustar el balance de pagos había desaparecido, dando lugar a una situación de holgura. En las nuevas circunstancia varias cosas comenzaban a funcionar de una manera diferente. Por ejemplo, realizar una política fiscal expansiva para estimular la reactivación económica.
Pero de nuevo, la expansión generaba un nuevos deterioro del balance comercial, motivado por el propio incremento del nivel de actividad, con sus efectos sobre las compras de insumos y bienes de capital importados provocando otra vez perdida de reservas y problema de sostenibilidad y nuevamente la necesidad de ajustar el balance de pagos y el consecuente freno al crecimiento. Así, en lugar de seguir un sendero de expansión sostenida, la economía semiindustrializada argentina se movía en trayectorias quebradas con avances y retrocesos determinados por cierta insuficiencia en la capacidad de generar divisas.
El modelo neoliberal: con el inicio del modelo neoliberal a partir de la dictadura militar de 1976 con el plan de Martínez de Hoz, y que se extendió con el retorno de la democracia hasta el 2003, las crisis por estrangulamiento del sector externo fueron más profundas.
Este modelo de acumulación implicó, junto con un marcado proceso de desindustrialización, un fuerte crecimiento de la deuda externa. De esta forma, creció la necesidad de divisas como consecuencia del pago del servicio de la deuda externa que, en muchos casos, se sumaba al déficit comercial generado por el “boom” importador a partir de la reducción del proteccionismo y la sobrevaluación del tipo de cambio como en el caso de la tablita cambiaria en la dictadura y el modelo de Convertibilidad.
Por lo tanto, a partir del modelo neoliberal instaurado a mediados de la década del setenta se eliminó el modelo stop and go, pero no a partir de la profundización del proceso de industrialización como resultado de un avance hacia la consolidación de la industria pesada, sino más bien como consecuencia de la desindustrialización y la utilización de la deuda externa para evitar cualquier estrangulamiento del sector externo que pudiera generarse en la balanza comercial.
En este sentido, este modelo de acumulación se traducía en un fuerte déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos que se cubría con un incremento de la deuda externa. Esta característica condujo a estrangulamientos externos que derivaban en crisis económicas más profundas que en el modelo anterior, debido a la insostenibilidad del mismo. Pues el incremento de la deuda externa para sostener el déficit en la cuenta corriente profundizaba el desequilibrio del mismo al necesitar más divisas para el pago del servicio de la deuda.
El ejemplo más claro de este fenómeno fue la crisis de 2001. El modelo de Convertibilidad que se tradujo en un déficit crónico de la cuenta corriente se sostuvo como resultado del aumento de la deuda externa del sector público, lo cual condujo a una lógica explosiva para la economía argentina.
El nuevo modelo de desarrollo: En contraposición, durante el nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 se verificó un fenómeno particular en el sector externo argentino. El crecimiento económico motorizado en gran parte por el sector industrial no condujo a un estrangulamiento del sector externo y por lo tanto no se necesitó del financiamiento externo para sostener la expansión del producto.
Esto es, la fase expansiva durante este período no sólo no condujo a un déficit de la cuenta corriente debido al desequilibrio de la balanza comercial como sucedía durante la industrialización sustitutiva, sino que además se verificó un proceso de desendeudamiento externo lo cual significa que el motor de la expansión fueron factores endógenos de la economía argentina.
Este fenómeno se debió fundamentalmente al fuerte superávit de la cuenta corriente sostenido durante el nuevo modelo de desarrollo que se tradujo en una abundancia de dólares. El superávit de la cuenta corriente arrojó un acumulado de 39.021 millones de dólares entre el 2003 y el 2008.
Este resultado fue fundamental para que el crecimiento económico no generara un estrangulamiento del sector externo y para la entrada de divisas que permitiera el aumento de la reservas del Banco Central de la República Argentina, que pasaron de 14.119 a 46.386 millones de dólares entre diciembre de 2003 y diciembre de 2008.
En resumen, el crecimiento y reindustrialización de la economía argentina a partir del 2003 mostró una fortaleza excepcional en la historia económica argentina. Mientras que la economía creció impulsada por el sector manufacturero, en el sector externo se mantuvo un superávit comercial constante que junto con la política de desendeudamiento externo permitió obtener un superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que se tradujo en un incremento de las reservas por parte del Banco Central de la República Argentina.
En resumen, y a diferencia de los modelos de acumulación anteriores cuyo principal problema era la escasez de dólares, en la actualidad y como resultado del nuevo modelo de desarrollo se verifica una abundancia de divisas que permite crecer sin restricciones externas y pagar la deuda externa generada en los años anteriores. En este sentido, la utilización de reservas para el pago de la deuda externa permitirá la profundización de la estrategia iniciada en el 2003 de crecimiento, generación de puestos de trabajo, reducción de la pobreza y desendeudamiento externo.

Independencia del Banco Central; la bandera neoliberal

en Revista 2010, Año 4, N°36 Marzo de 2010.

Durante Enero, volvió a tomar fuerza un debate interno de la economía política argentina. La Independencia del Banco Central, su autonomía, su función en la sociedad. Todas estas cuestiones recobraron empuje a partir de la decisión de Hernán Martín Pérez Redrado, de aceptar el Fondo del Bicentenario, creado con el fin de desendeudar al país, por una suma de aproximadamente 6.600 millones de dólares.

Debemos preguntarnos ¿Cual es el rol central que cumple el Banco Central de la Republica Argentina? Según su carta orgánica, preservar el nivel de reservas que tiene la nación, para de esta manera asegurar la estabilidad monetaria. Dentro de un marco de independencia y autonomía del estado nacional, es decir, que el presidente del BCRA y su directorio, no vean forzadas sus determinaciones, a presiones políticas, sino a análisis técnicos acerca de la viabilidad e impacto en el estrato financiero-económico argentino.

Ahora bien, en el caso de que el gobierno, decida intervenir en el desempeño económico de la nación. ¿Cuáles son las políticas que puede llevar adelante para cumplir dicha misión?

Sin lugar a duda, la política comercial, que definirá como el estado se desempeñara en el mercado internacional respeto a la comercialización de bienes y servicios que produce.

Por otro lado la política fiscal, que definirá la forma en que se recaudaran los impuestos y como se invertirá el dinero recaudado para la realización de obras, subvenciones y subsidios para el bienestar general de la población de un país.

Y por ultimo, la política monetaria, que implicara, el control del dinero circulante de la nación, su control, las políticas de crédito bancario, la regulación de las tasas de interés con las que se impulsaran la inversión, el ahorro y el consumo ciudadano, como así también el control del tipo de cambio de un país respecto al mercado internacional.

Entonces, cabe reflexionar la contraposición de funciones, o la reducción del abanico de posibilidades que tiene el estado nacional, para tomar las medidas canalizadas a través de políticas, para el bienestar social de los ciudadanos que les han otorgado mediante el voto popular, el mandato de presidir la nación. Reflexionemos lo siguiente, ¿Que ocurre cuando un presidente del BCRA toma una decisión? A lo sumo puede ser desplazado por el Presidente de la Nación. No obstante, las consecuencias que se transmitirán desde la opinión pública a sus representantes, recaerán sobre los integrantes del poder ejecutivo. Con este panorama, vemos como la autonomía del Banco Central, puede provocar costos políticos a un gobierno, por el simple hecho de una decisión que tome esta entidad independiente.

Podremos entonces, pensar en un BCRA encargado de implementar la política monetaria Argentina, en acompañamiento al conjunto de políticas de estado que ser formulan desde el Poder Ejecutivo para desarrollar un modelo económico de país, que sobrepasa la esfera de los funcionarios, y que se realiza en pos de una mejora social para todos los argentinos.

Ahora bien, ¿Por qué entonces se discute tan fervientemente la dependencia o independencia del Banco Central? Veamos desde donde se aborda la defensa de la independencia de dicha institución. Caroline Atkinson, vocera del FMI expreso respecto al caso Redrado "Por supuesto, creemos que la independencia de los bancos centrales es muy importante a la hora de formular la política monetaria, en todo el mundo" Recordemos entonces que el FMI, ha sido a partir de su cambio de rol en 1982, un poder de opresión para las decisiones económicas de la Republica.

Hasta la cancelación de la deuda con dicha entidad en 2006. El FMI a través de sus oficinas en el BCRA, determinaba las políticas de ajuste, para los países en vías de desarrollo. Apelemos a la memoria, y situémonos en Diciembre de 2001. Las tareas del FMI en Argentina terminaron su ciclo. Ese ciclo comenzó a cerrar su libre decisión sobre la economía argentina, con el levantamiento popular a partir de las consecuencias del neoliberalismo en la Republica Argentina.

Es asombroso ver a ciertos economistas, periodistas, y empresarios defendiendo ese modelo. Modelo que desbarato la producción industrial, excluyo de la sociedad a millones de argentinos, que vendió las empresas nacionales, y determino que en todo el mundo se diera una defensa de la libertad de los tecnócratas al frente de los Bancos Centrales de los países.

Pensemos que durante ese periodo, Argentina fue el país con mayor seguridad jurídica, y mayor integración internacional, para dicha entidad, dado que los postulados del Neoliberalismo, y las recomendaciones del FMI, eran adoptados, como la palabra revelada de la razón. El consenso de Washington, era a los economistas, lo que la biblia es a la iglesia católica. No existían divergencias respecto de la palabra que se expresaba en ese listado de tareas a realizar. En Diciembre de 2001, el ambiente económico se vio invadido por la duda, y a partir de Mayo de 2003, la duda comenzó a corroer a esa razón revelada. Podemos decir hoy día, que Argentina fue el mayor exponente de las incongruencias del neoliberalismo, dado que nadie ha adoptado el manual neoliberal como lo hizo nuestro país. Ni siquiera Chile, dado que no ha privatizado aun las minas de cobre, por citar un caso emblemático.

Expresado el FMI, veamos lo que dicen los defensores de la autonomía del Central. “No puede existir seguridad jurídica en un país donde el mismo ente que emite el dinero, sea el mismo que lo gasta”. ¿Que quiere decir esto? Que dado que el Banco Central es el único organismo autorizado a emitir moneda corriente de curso legal, no puede ser “rehén” del gobierno, que es quien decide en que se invierte.

¿Tiene asidero esto? Indudablemente no, dado la limitación de autonomía implicaría que el BCRA debe acompañar mediante la política monetaria, y direccionar el crédito para un proyecto superador, que sobrepasa al poder ejecutivo, y a las autoridades de la propia entidad. El BCRA, debe encargarse de apalancar un modelo económico, que hoy en día busca la reindustrialización del país, y el crecimiento a través de la inclusión social, el trabajo asalariado, la redistribución del ingreso y el desendeudamiento externo.

Por estos motivos, hemos de considerar que a partir de la serie de crisis económicas generadas por el neoliberalismo, a nivel mundial, los Bancos Centrales del mundo, han dejado esa bandera de la independencia y autonomía, para cumplir funciones de apalancamiento del modelo económico que desarrollan los países.

¿Como se ha desempeñado el Banco Central desde 2003-2009, durante la gestión de Alfonso Prat Gay, diputado por el ACyS, y Martín Redrado, ex Presidente de dicha entidad? Ambos han mantenido una estabilidad monetaria, en la cual no se han generado cimbronazos. Pensemos que el dólar en el año 2003, se ubicaba en el valor de $3 por cada dólar, y siete años después, en 2010, el dólar se ubica en $3.88, por cada dólar, es decir, que el tipo de cambio ha crecido a un promedio de $ 0.125 centavos anuales. Una cifra irrisoria. Tengamos en cuenta que a partir de Septiembre de 2008, el mundo globalizado, ha sufrido la crisis económico-financiera más profunda de los últimos 80 años.

En cuanto al direccionamiento del crédito bancario, no hubo una modificación relevante que acompañe el crecimiento del país. Si bien, durante el periodo 2002-2005 el impulso al crédito destinado al consumo, permitió un fortalecimiento del mercado interno, con una propensión a la dinamización de la oferta en Argentina, facilitando el crecimiento de la oferta económica. La continuidad de esa orientación crediticia en detrimento del crédito productivo, han generado un estancamiento de la oferta, que en lugar de invertir, se ha dedicado a la remarcación de precios, fomentando un incremento de la inflación.

En la actualidad, del total del mercado de crédito, un porcentaje superlativo se destina al consumo mediante créditos personales y el financiamiento a través de tarjetas de crédito. Esta forma de direccionamiento crediticio, ralentizan el aumento de la oferta y el proceso de reindustrialización, atentando sobre el modelo económico actual.

La llegada de Mercedes Marcó del Pont a la presidencia del BCRA, es un guiño positivo a la profundización del modelo. Sus declaraciones de la necesidad de la modificar la distribución del crédito, mediante el financiamiento de proyectos productivos, para solucionar el problema estructural de la oferta argentina, y limitar el crecimiento de precios.

También es auspiciosa la posición de Marcó del Pont respecto a la independencia del BCRA, al ser la autora del proyecto de ley de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, para limitar la autonomía de la institución, y que la misma acompañe mediante la política monetaria y rediccionamiento del crédito, un proceso de reindustrialización, con redistribución de la riqueza, inclusión social y desendeudamiento nacional para continuar engrandeciendo la patria en este año del Bicentenario

martes, 16 de marzo de 2010

La antipolotica, el mito neoliberal

Exequiel Cunibertti, Buenos Aires Economico, 12 de marzo de 2010.

A partir del nuevo milenio, existe un nuevo paradigma, tanto a nivel nacional como internacional: “la Antipolítica”, es decir, el rechazo de la sociedad hacia la política, la no participación, y la falta de involucramiento e interés respecto a la capacidad modificadora de realidades que se construyen a través del ejercicio de la política.
A nivel nacional, el ejemplo mas claro fue el avance del voto en blanco en las elecciones legislativas del año 2001. Esto propició, por un lado, la victoria de la antipolítica o voto bronca, y por otro lado, la anticipada salida del gobierno de Fernando De la Rúa en el escalofriante Diciembre de 2001 del “Que se vayan todos”.
La sociedad quitó su respaldo a cualquier fórmula electoral, desencadenando que la crisis económica y social que sufría la nación como consecuencia de la larga experiencia neoliberal, se expandiera a una crisis de representatividad, dando el marco necesario para el estallido social.
Entonces debemos analizar ¿Cuales son las causas que llevaron al establecimiento del paradigma anti político?
Esta situación sin lugar a duda fue algo novedoso en el mundo. Líderes políticos de la talla de Roosevelt, Churchill, Perón, Illia o Mandela, considerarían impensable separar las decisiones políticas estatales del desarrollo económico-social de un país. Ninguno podría imaginar tan descabellada idea. Pero en los últimos años, esa idea fuerza ha invadido el espectro global.
Consideremos que durante el auge del Liberalismo Económico (1776-1930), el Estado sólo cumplió funciones en sectores donde el mercado no avanzaba por considerarlos no rentables; el resto de las actividades económicas, se regían con un mercado libre autorregulado con una “mano invisible” que producía la confluencia de las variables de oferta y demanda, imponiendo así el equilibrio del mercado.
Con la crisis de 1929, se generó un salto hacia el paradigma Keynesiano, donde el Estado era encargado de regular la economía, interviniendo en mayor escala en el desempeño económico de cada país. A partir de 1932 era la política del Estado quien regulaba al mercado, quien hacia confluir oferta y demanda, tanto de bienes, como de trabajo para establecer equilibrios.
De esta manera, el mercado fue perdiendo lugar en la modificación real de las situaciones sociales. La profundización del paradigma produjo la transición hacia el Estado de Bienestar, donde el Estado acaparó la totalidad de la actividad económica y social, desde el sistema de educación a los niveles de producción y desde el desempeño del mercado de empleo a las definiciones en materia de salud.
Durante este período, la mejora social fue tangible al grueso de la sociedad y se extendió no sólo a la situación económica y social, sino que permitió a hijos y nietos de trabajadores acceder a un sistema educativo, que les otorgara mayores posibilidades en su capacidad de progreso futuro.
Por consiguiente, esas realidades fueron apalancadas, por movimientos sociales que respaldaron a la actividad política como eje central de cambio en la vida cotidiana de la sociedad. Las movilizaciones y protestas unificaron tanto a trabajadores como a estudiantes, padres e hijos y fueron moneda corriente de la época, como “El Mayo Frances”.
Comenzada la década del setenta, la crisis del petróleo en 1973 impulsó el reemplazo del Estado Benefactor. A partir de una idea fuerza que retomaba postulados del liberalismo económico y pujaba con fuerza desde fines de la década del 60, apareció el neoliberalismo, surgido como paradigma dominante en el ámbito económico–político dentro de América Latina a fuerza de hierro y sangre, primero en Chile, para luego exportarse a toda Latinoamérica y el mundo.
La escuela neoliberal, basaba sus postulados económicos en el aislamiento absoluto del Estado sobre el desempeño de los mercados. El papel que desempeñaría el Estado sería únicamente el de asegurar el cumplimiento de los contratos entre los agentes privados de la economía (también llamado seguridad jurídica).
Como consecuencia, pregonaba con voces grandilocuentes la muerte de las ideologías y el pensamiento único de los técnicos económicos, también llamados tecnócratas; erradicando así el poder ciudadano construido por los movimientos sociales y políticos del Estado benefactor.
A partir de esto, se generó la cuña de la anti política, el nacimiento de una crisis de representatividad que fue profundizándose a partir del fracaso resultante de la aplicación del modelo.
La voz de este movimiento surge desde los medios de comunicación, dado que a partir de este modelo socio-económico diversificaron sus actividades para convertirse en verdaderos monopolios de la creación de opinión pública. El ejemplo mas claro para definir el papel de los medios en la difusión masiva del Neoliberalismo, fue la serie televisiva “Libres para Elegir” de Milton Friedman en el costoso prime time de la televisión norteamericana durante 1980.
Es por este motivo, que cualquier medida que tome un gobierno, que produzca una modificación de su construcción de poder, será analizada por las formas, los defectos, o detalles, sin que se analice el impacto que tenga en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Como ejemplos regionales podemos mencionar las operaciones de prensa que produjeron los multimedios contra líderes democráticos: la actitud del diario El Mercurio en Chile durante el gobierno de Allende; Globovisión con el gobierno de Chávez en Venezuela; el caso de Tele Amazonas en Ecuador montando constantes ataques contra el mandatario Correa; el Deber de Santa Cruz en arremetida constante contra el gobierno de Evo Morales y el mismísimo Grupo Clarín en Argentina contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Ninguno de estos medios ve siquiera algún atisbo positivo sobre las medidas ejecutadas por los mandatarios. Y en lugar de dictar una línea editorial que vaya al fondo de la discusión, se encargan de presentar un maquillaje periodístico, enfocando sus embestidas sobre las formas de expresarse, errores de implementación de determinadas medidas, o bien la “institucionalidad” de la misma.
De esta manera, el mensaje hacia la opinión publica, es el de la más cruda anti política. Un mensaje desesperanzador a la sociedad y específicamente a la juventud. Concretamente todo lo que proviene de la política esta mal, es sucio y corrupto. Por lo tanto, desde la política no se puede cambiar las realidades que afectan al público. Hagan lo que hagan los políticos lo harán mal, y cuanto mas realicen mas perjudicados serán los ciudadanos. Ese es el mensaje que brindan desde las redacciones.
Ahora bien, el caso Argentino es paradigmatico. Mientras en la década del 90, el gobierno neoliberal desmontó la actividad industrial, extranjerizó la economía, privatizó las empresas estatales, congeló los salarios y las jubilaciones, recurrió al ajuste permanente, excluyó de los mercados al 40% de la sociedad, desató hasta niveles inconmensurables el desempleo y el nivel de endeudamiento, las criticas sólo recaían en casos de corrupción de funcionarios de segunda línea.
Pero cuando un gobierno toma la decisión política de reindustrializar el país, que permitió recuperar 4,5 millones de puestos laborales, incorporar más de 2,2 millones de jubilados al sistema jubilatorio garantizándoles al menos 2 aumentos anuales, establecer un blindaje social a 6 millones de niños que se encontraban excluidos del sistema a través de la asignación universal por hijo, y se compromete a pagar las deudas para insertar a Argentina en el mercado internacional; la agenda mediática impacta sobre la “desorganización” de las implementaciones, la crisis institucional, el “manotazo a las reservas”, y el nivel de crispación.
En la Argentina del Bicentenario, con la política en el centro de todo, existen 12,7 millones de personas que han sido reincorporadas al sistema. Un crecimiento de un 31.75% del mercado interno en sólo 7 años; cumpliendo la premisa básica Keynesiana, reactivar el consumo y la inversión, para generar la demanda agregada, y así recuperar la actividad económica, especialmente en un contexto de crisis. Un consumo que aumenta en $ 10.000 millones anuales mediante la implementación de la Asignación Universal, genera que la producción de bienes y servicios nacionales aumente. Esto es política.
Un país que toma como política de estado la inclusión social, la generación de empleo, el crecimiento económico con desarrollo, la distribución del ingreso y el desendeudamiento externo; no hace otra cosa que romper con el mito de la antipolítica, del pensamiento único. Participar es la manera de reivindicar las conquistas sociales obtenidas y de impulsar las necesidades incumplidas. Fortaleciendo así una Argentina que brinde esperanzas y conciencia a los jóvenes para convertirse en los futuros dirigentes del país. Una Argentina para todos.

martes, 9 de marzo de 2010

La importancia de la inversión pública

por Juan Santiago Fraschina, Buenos Aires Economico, 5 de marzo de 2010.

Para los economistas ortodoxos el gasto público en general y la inversión pública en particular son considerados como contraproducentes para la evolución de la economía. Según estos economistas, el aumento de las erogaciones realizadas por el Estado Nacional desalientan la expansión del producto y la inversión privada transformándose en un freno para el desarrollo económico y social.
Con respecto a la inversión pública, según los economistas neoliberales, genera un desplazamiento de la inversión privada básicamente por dos vías:
- Si se financia por medio del endeudamiento provocará un incremento de la tasa de interés, lo cual se traduce en una reducción de la inversión del sector privado como resultado del encarecimiento del crédito.
- Pero si se financia con recursos propios, los impuestos cobrados al sector privado necesarios para financiar la inversión pública también desalienta a la inversión de los empresarios.
Por lo tanto, para la ortodoxia económica, todo crecimiento de la inversión pública que genera indefectiblemente una necesidad de financiamiento conducirá a una disminución progresiva de la inversión privada como resultado del aumento en los costos de los empresarios: financieros vía aumento de la tasa de interés y/o impositivos debido al incremento de los impuestos.
En este sentido, la recomendación permanente de los economistas neoliberales es la reducción constante del gasto pública en general y de la inversión del Estado en particular para conseguir un crecimiento económico sostenido en base al aumento de la inversión privada.
EL NUEVO MODELO DE DESARROLLO: A partir del nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 caracterizado por la reindustrialización y la inclusión social, el aumento constante del gasto público y de la inversión del Estado fue una de las políticas centrales.

Cuadro: Evolución de la inversión total, pública y privada, 2003-2007 (millones de pesos a precio de 1993 y porcentaje de la inversión total)
Año Inversión Total Inversión Pública Inversión Privada
Millones de pesos % de la inversión total Millones de pesos % de la inversión total Millones de pesos % de la inversión total
2003 36.659 100,0% 3.020 8,2% 33.639 91,8%
2004 49.280 100,0% 4.838 9,8% 44.442 90,2%
2005 60.458 100,0% 9.469 15,7% 50.989 84,3%
2006 71.438 100,0% 14.621 20,5% 56.817 79,5%
2007 81.187 100,0% 16.047 19,8% 65.140 80,2%
Variación 121,5% 431,4% 93,6%
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas

En particular, la inversión pública se incrementó de 3.020 a 16.047 millones de pesos entre el 2003 y el 2007, pasando del 8,2% al 19,8% de la inversión total y del 1,10% al 2,90% del Producto Bruto Interno. Visto de otra forma, la inversión del Estado Nacional entre el 2003 y el 2007 experimentó un crecimiento del 431,4%.

Cuadro: Evolución de la inversión total y pública a precio de 1993, 2003-2007 (porcentaje del PBI)
Año Inversión total Inversión pública
2003 14,3 1,10%
2004 17,7 1,60%
2005 19,8 2,30%
2006 21,6 2,70%
2007 22,6 2,90%
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas

Ahora bien, siguiendo la teoría ortodoxa de la economía, durante el nuevo modelo de acumulación se tendría que haber verificado entonces una caída estrepitosa de la inversión privada y de la inversión total.
Es decir, para los neoliberales a partir de 2003 y como consecuencia del fuerte crecimiento de la inversión del Estado se tendría que haber experimentado una reducción de la inversión de los empresarios mayor al aumento de la inversión pública, lo cual se tendría que haber traducido en una disminución de la inversión total.
Sin embargo, los resultados fueron diametralmente opuestos. En efecto, con respecto a la inversión privada pasó de 33.639 a 65.140 millones de pesos entre el 2003 y el 2007, esto es, la inversión de los empresarios aumentó un 93,6% durante este período.
Por su parte, la inversión total creció de 36.659 a 81.187 millones de pesos entre el 2003 y el 2007, es decir, experimentó un aumento de 121,55 durante este período. Dicho de otra forma, la inversión total se expandió del 14,3% al 22,6% del producto.
Por lo tanto, y a diferencia de los expresado por la ortodoxia económica, con el nuevo modelo de desarrollo impuesto en el 2003 a partir del gobierno de Néstor Kirchner, se observa un aumento constante y paralelo de la inversión pública, privada y total. De esta manera, en lugar de actuar la inversión pública como un obstáculo para la inversión privada terminó funcionando como un estimulante y multiplicador de la inversión de los empresarios.
LA FUNCIÓN DE LA INVESRIÓN PÚBLICA: En contraposición a lo pensado por los economistas neoliberales, la inversión pública es fundamental para el desarrollo económico y social. Efectivamente, la inversión realizada por el Sector Público permite la construcción de la infraestructura básica como por ejemplo vialidad, sistemas de agua y saneamiento, salud, educación, transporte y energía.
Pero además, en términos económicos la inversión estatal es imprescindible para el crecimiento de la demanda. En este punto es donde la visión ortodoxa falla al pronosticar la caída de la inversión privada ante un aumento de la inversión pública.
Según estos economistas, las políticas de crecimiento deben basarse en estimular la oferta a través de políticas ofertistas. Basados en la ley de Say “toda oferta genera su propia demanda”, para la visión ortodoxa la economía se centra en el aumento constante de la oferta, pues el crecimiento de la demanda se produce en forma automática y proporcional.
Por lo tanto, para estos economistas, una política racional es bajar los impuestos a los empresarios, para así de esta manera el sector privado al contar con más recursos incrementará la inversión. Es así que al disminuir la inversión del sector público que se traduciría en una reducción de los impuestos al necesitar el Estado menos dinero, aumentaría la inversión privada en una mayor proporción que la caída de la inversión del Estado, lo cual se traduciría en un incremento de la inversión total.
Un ejemplo de este tipo de políticas se produjo durante el gobierno de Fernando de la Rua cuando asumió como ministro de Economía Domingo Cavallo. Ante la crisis económica que venía atravesando la economía argentina desde mediados de 1998, el gobierno de la Alianza, junto con una política de ajuste a partir de la reducción de salarios y jubilaciones públicas, encaró una política ofertista con el objetivo de lograr la recuperación de la actividad económica.
En este contexto, se lanzaron los denominados “planes de competitividad” a diferentes sectores productivos, como por ejemplo la industria metalmecánica, textil y de indumentaria y calzado; que incluían reducciones en los aportes patronales a la seguridad social, disminución en los aranceles a la importación de bienes de capital, exenciones impositivas y un aumento en el proteccionismo de bienes de consumo importados. En otras palabras, el ministro Cavallo buscaba reducir los costos de las empresas de distintos sectores económicos para que de esta forma aumentará la inversión y se iniciará un nuevo sendero de crecimiento económico.
El resultado es bien conocido: más caída de la inversión privada y profundización de la crisis económica y social, “estallido” de la Convertibilidad, levantamientos populares del 19 y 20 de diciembre y caída anticipada del gobierno de Fernando de la Rua.
Entonces la pregunta que surge es ¿por qué si los empresarios disponían de más recursos a partir de los planes de competitividad no aumentó la inversión privada? El problema es que ningún empresario invierte aunque tenga más cantidad de dinero si sabe que después lo que produce no lo puede vender.
Por lo tanto, la inversión privada sólo crece en un contexto de aumento constante de la demanda. El crecimiento del consumo y la demanda que genera un incremento de las ventas es el mejor estimulo para la expansión de la inversión por parte del empresariado.
En este sentido, el gasto público en general y la inversión del Estado en particular son fundamentales. Efectivamente, al crecer las erogaciones realizadas por el sector público aumenta la demanda. Y al aumentar la demanda se expanden las ventas del sector privado y por consiguiente la inversión de los empresarios.
De esta forma, la inversión llevada a cabo por el Estado en lugar de actuar como un obstáculo para la inversión privada actúa como un multiplicador de la misma por dos fenómenos. Por un lado, al crear la infraestructura que el empresario necesita para desarrollar su respectivo negocio, como por ejemplo, la construcción de las rutas, puentes, puertos, la salud y educación para tener una mano de obra calificada y sana. Por otro lado, al aumentar la demanda global de la economía generando un incremento de las ventas y las ganancias de los empresarios.
Por tales motivos, en el nuevo modelo de desarrollo impuesto en el 2003 la política fiscal expansiva y principalmente el aumento de la inversión pública se tradujo en un aumento permanente de la inversión privada. Seguir con las políticas de demanda es fundamental para seguir sosteniendo la expansión económica y la generación de puestos de trabajo.

martes, 2 de marzo de 2010

Carne argentina para el pueblo argentino

Rodrigo Facundo Barrios, Buenos Aires Económico, 26 de febrero de 2010

El aumento de la carne, se encuentra en la agenda de los medios de comunicación y en la preocupación de los consumidores. Los elevados precios reflejados en las carnicerías tienen su origen, en un factor climático la lluvia que durante los últimos meses provoco, una crecida de los pastizales, dándole de esta manera, la posibilidad de aumentar el kilaje de sus animales, generando por lo tanto, una mayor rentabilidad al momento de la venta.

Con esta decisión los empresarios del sector, lograron desanimar la oferta en el Mercado de Liniers provocando un fuerte aumento del precio, golpeando de esta forma, el bolsillo de los consumidores.

Podemos reafirmar el desabastecimiento del Mercado de Liniers realizando una comparación de entrada de cabezas de ganado. Tomando como punto de análisis el periodo que abarca el 1 de enero al 10 de febrero del 2009, contra las entradas acontecidas en 2010. Podemos determinar una variación negativa de la oferta de un 18,4% interanual. La cual con los resultados que quedaron reflejados, provoco aumentos siderales del precio de la carne.

La explicación del presidente de Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, respecto, a la sensibilidad precio de la oferta es un tanto incompleta, dado que adjudica la misma a “una pésima política agropecuaria y de exterminio a los pequeños productores, que ha llevado adelante este gobierno”. ¿Pero porque adjudicamos que la misma es incompleta? La justificación intenta separar, la realidad agropecuaria del funcionamiento del mercado. El libre mercado del cual detenta, y añora Buzzi, es aquel que sin la intervención del estado, fija los precios en una libre relación de oferta y demanda. Ahora bien, si ante una baja en la oferta de cualquier producto manteniéndose estable el nivel de demanda, el precio del mismo, tiende a la suba. ¿Por qué la política agropecuaria llevada adelante por el estado es pésima?

Si esta aseveración del presidente de Federación Agraria tuviera asidero, simplemente el sector no podría darse el lujo de retener las haciendas, por el contrario, las estaría liquidando, dado que su situación económico-financiera, no les permitiría margen para especulación alguna.

Es necesario reconocer que el sector ganadero se vio fuertemente golpeado desde 2008 a la fecha por varios motivos, por un lado la peor sequía de los últimos cincuenta años, y la falta de inversión productiva, impactaron notoriamente en el stock vacuno, marcado con una reducción de los nacimientos y un incremento de la mortalidad de terneros. Consecuencia de esto según datos del Senasa, entre 2007 y 2009, se produjo un incremento de la faena de hembras con relación a las existencias totales de un 19 %, podemos deducir que a partir del impacto de la sequía, Argentina se vio forzada a la liquidación de parte de su stock ganadero.

Por otro lado, debe reconocerse el fuerte incremento de la superficie sembrada con soja, en detrimento de la industria ganadera. La soja, junto con los demás cultivos de cosecha gruesa, creció en los últimos 16 años más del 100% la superficie sembrada, a costa de la superficie ganadera. De 11,5 millones en el año 1994 pasó a sembrarse 23,3 millones de hectáreas en la campaña 2008/09, de las cuales, 17 millones fueron sembradas con soja, y según un informe del Ministerio de Agricultura de la Nación, el cultivo de esta oleaginosa en 2010 abarcara 18,2 millones de hectáreas

Podemos decir que para mantener el consumo interno y el compromiso exportable es necesario desanimar el cultivo de la soja para que los chacareros vuelvan a invertir en la ganadería. El aumento de las Retenciones Móviles Agropecuarias a partir de la Resolución 125 hubiera sido un buen camino para avanzar hacia eso.

Como último factor desencadenante de la problemática ganadera, y que deja relucir, la idea que defienden los sectores nucleados bajo la forma de la Mesa de Enlace, es sin lugar a dudas el incremento del consumo interno de carne, cercano a los 73 kilos Per capita.

El aumento de la demanda interna no es casual, se mantuvo en crecimiento desde el 2003 a la fecha. La razón del incremento en el consumo de los argentinos se debe a las políticas económicas implementadas por el estado como:

• Cuidar el salario de los trabajadores, de manera Nominal a través de la revitalización de las paritarias, que aplicaron un aumento del mismo y de manera Real con políticas intervensionistas en el mercado ganadero, como ser limitaciones en el peso de faena, prohibición para exportar carne, controles de precios en los mercados de concentración y los subsidios otorgados por el gobierno al gas, a la electricidad y al transporte.

• El crecimiento permanente del gasto público remarcando el gasto social, invirtiendo en Seguridad Social, Salud, Educación y Vivienda.


Esta inversión social generó no solo un aumento del poder adquisitivo, sino que permitió la inclusión de un sector marginado en la capacidad de consumo. Esta inclusión sería imposible sin políticas de estado, que han incorporado a los sectores más vulnerables de la economía. Solamente la asignación universal por hijo inyecta $13,4 millones mensuales, el "Programa Argentina Trabaja", una inversión estatal de 9.000 millones de pesos que fomentó la constitución de cooperativas dedicadas a la realización de infraestructura de servicios básicos que generaron unos 100 mil puestos de trabajo para los sectores más empobrecidos, el “Plan de Inclusión Previsional” que introdujo a 2.165.694 personas al sistema previsional que hoy tienen una jubilación y una obra social, y que de no haber sido por esto, hubieran quedado fuera del sistema, luego de años de trabajo sin aportes.

Estas medidas generaron el aumento y protección del poder adquisitivo de los trabajadores argentinos y un ingreso a aquellos que aun no tienen empleo, permitiéndoles volcar gran parte de sus salarios al consumo. Como consecuencia, cada año en la nación se consume cada vez mayor cantidad de carne.

Este hecho que la mayoría observa con alegría, al sector ganadero realmente le preocupa. El aumento de la demanda interna y la protección del gobierno al abastecimiento de la misma desanimó a los productores ganaderos, ya que no es lo mismo producir para el mercado externo a precios internacionales, que vender a los argentinos al precio que los argentinos tenemos derecho a pagar por nuestra carne. Prueba de esto, es aquella reveladora frase de Alfredo De Angeli: "El que quiera comer lomo que pague $80 el kilo". Al mismo tiempo, Biolcatti afirma en una entrevista, , que en el 2010 se deberá importar carne y leche para abastecer la demanda interna o resignarse a bajar el consumo de carne de los argentinos. Además de que esta hipótesis esta muy alejada de la realidad, lo que se esta intentando demostrar es que el fondo de la discusión, es el modelo de país, el neoliberalismo o el intervencionismo con redistribución de la riqueza.

Con lo anteriormente expresado, podríamos definir como coherente, los ideales de este sector y su accionar. Al elevar el precio de la carne vacuna, la tendencia del consumo interno, confluirá a la baja, para de esta manera, poder tener mayor rentabilidad al enviar la misma al exterior. Para logra esta suba, lo que se debe hacer es retener la hacienda en los campos, aprovechando las condiciones climáticas que hoy permiten el engorde de las mismas.

La propuesta del sector agropecuario, es diluir las conquistas sociales de este gobierno: la inclusión social y el poder adquisitivo de los trabajadores. Añoran volver a ser el granero del mundo, el mismo de “nuestros abuelos prósperos”. ¿Si es que alguien tuvo esos abuelos prósperos? Mientras Argentina fue granero del mundo, los habitantes de la nación, estaban en gran parte muriendo de hambre.

Han demostrado que quieren que un estado, que no intervenga en la economía, que no obtenga ingreso alguno por la extracción de la riqueza de estas tierras. No desean que se profundice una equitativa distribución de la riqueza, pues atenta contra sus intereses, que distan con ser los de la población.


Sabemos entonces que modelo de nación desean, y sabemos por experiencia propia, las consecuencias de ese modelo neoliberal implementado por Martínez de Hoz, casualmente ex presidente de la Sociedad Rural Argentina. Por esa misma razón, consideramos superador un modelo económico que tenga su razón de ser en la inclusión social a partir de políticas públicas, el trabajo asalariado y la reindustrialización del país, que permita la construcción de una patria para todos los argentinos.

Y sabemos cual es el modelo que empezó en el 2003, el que busca la inclusión a partir de políticas publicas y alcanzar un modelo industrial que construya una patria para todos.

sábado, 20 de febrero de 2010

Crecimiento e inflación

por Andrés Quintana(GEENaP Formosa),
Buenos Aires Económico, 19 de febrero de 2010.

Existe regularidad empírica en ciertas variables económico-sociales como el tándem desocupación - deflación por un lado y crecimiento-inflación por otro.

Debemos insistir, la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social, por lo tanto los conceptos elaborados desde la economía política de un país o momento histórico determinado, no pueden trasplantarse a otras naciones sin tener en cuenta la idiosincrasia del país o región a implementar, ya que la economía no se desarrolla conforme a leyes naturales. Cuando se analiza un fenómeno económico, si no se lo somete a verificación, obtendremos inverosímiles conclusiones.

En el matutino del 31/1, el multimedio, convoco a economistas para analizar el aumento en el nivel general de precios. Con honestidad, el economista Todesca sostiene que se percibe una relación entre crecimiento e inflación y acto seguido menciona que la forma de evitar que el crecimiento genere inflación es mediante la estabilidad de las políticas públicas.

¿Qué se entiende por estabilidad de las políticas públicas? Parafraseando al responsable norteamericano para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, “en los 90 existía seguridad jurídica” ergo “las políticas públicas eran estables”. Además, desde la óptica neoliberal “la estabilidad de políticas públicas” se relaciona estrechamente con el manejo monetario de metas de inflación. Esto supone, ante el crecimiento de precios, elevar la tasa de interés como mecanismo-freno. Después del 2001, conocemos los efectos devastadores sobre la inversión y el consumo que estas aplicaciones han tenido en nuestro país.

En este análisis, se utilizarán tres variables de verificación: la tasa de variación del PBI en moneda constante, la de desocupación e inflación, entre 1991 y 2009. ¿Quizá se preguntará porque aparece la tasa de desocupación en este estudio? Simple, porque cuando aumenta el PBI, la desocupación tiende a la baja. Esta es una variable que el pensamiento neoliberal siempre soslaya. Por lo tanto determinaremos la relación empírica entre estos tres elementos

1) Se ha demostrado que en el corto y mediano plazo la relación entre inflación y desocupación es inversa, es decir aumentan los precios y se reduce la desocupación. Las investigaciones de Philips, Solow y Samuelson en 1960 alumbraron esta relación empírica estable.

2) Se ha demostrado la relación directa entre el crecimiento de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía y el nivel de desempleo, es decir cuanto mayor es la cantidad de bienes y servicios (PBI), la desocupación se reduce. Para que ocurra esto el PBI debe crecer a una tasa del 2,25%, era lo que sostenía Arthur Okun.

3) El postulado que debemos confirmar y que se deriva de los anteriores es el siguiente: si el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos aumenta el número de empleos, y la reducción del desempleo se vincula inversamente con la inflación, encontraríamos el siguiente mecanismo: al aumentar la producción de bienes y servicios aumenta la inflación.

Las tres variables aplicadas durante la Convertibilidad

Definiremos periodos de variación del PBI, dejando como variables de efecto la inflación y desocupación.

Empezaremos por el postulado que sostenía que aumento del PBI generan reducción de la desocupación.

Por lo tanto, en el periodo 1991-94 encontramos un crecimiento acumulado del 34,63%, a una tasa anual de 7,72%. La desocupación llegaba al 6,45% en 1991, al final del periodo fue de 11,45%. Esto implica un aumento del 39%, a una tasa anual del 8,6%. La regularidad empírica “a mayor PBI menor desocupación” en nuestro país no se verificó, ya que el crecimiento del desempleo no solo acompaño, sino que supero la tasa de crecimiento del PBI.

El periodo 1996-98 (en 1995 decreció). El PBI creció al 5,5% anual, en tanto la desocupación (que había llegado al 17,5% en 1995), llega en 1998 al 12,8%.

Comparando los datos del modelo convertible con el modelo económico actual, podemos afirmar que, transcurrieron 18 años, para que se recuperara el nivel de empleo en Argentina, dada la tasa de desocupación en 1990 de 7,45% y en 2008 de 7,9%.

Analizando las tasas de inflación, luego de la híper de 1.344% en 1990, se llegó a una inflación del 0,7% anual en 1998. La desaceleración fue tan impresionante como la aceleración de la desocupación. Aquí vemos, el aumento del desempleo generó reducción de la inflación, sin embargo, el aumento del PBI no generó reducción de la desocupación.

En el último tramo de la Convertibilidad, del 99 a 2001. El PBI cayó el 8,4%, esto es una tasa anual del 2,9%. Si incorporamos 2002 al análisis, la caída del PBI llegó al 18,4%.

Entre 1999 y 2001, el PBI acumulaba la caída del 8,4%, la inflación se torno negativa. Argentina sufrió tres años de deflación acumulada del 4%, una tasa anual de -1,33%. En materia de desocupación, en 1999 asciende al 14,15% esto es 1,35 puntos porcentuales mayor a la desocupación del año anterior. Hacia 2001, la desocupación aumenta en 4,6%. Es decir, mientras los precios de la canasta básica se reducían, el nivel de consumo continuaba en retroceso debido a la perdida de los puestos laborales, consecuencia de la caída de la actividad productiva del país.

Mientras se producía un duro proceso deflacionario, la desocupación alcanzaba niveles insostenibles desde el punto de vista social, llegando al 21.5% de la población económicamente activa.

Ahora bien, la relación entre crecimiento y desocupación, se verifica que caídas del PBI se asocian con aumento de la desocupación. Como consecuencia de la salida traumática de la Convertibilidad, la inflación saltó al 41% para luego reducirse al 3,4% en el año 2003.

Conclusiones de la performance de las tres variables durante la Convertibilidad

Entre 1991–94, se produjo un aumento del PBI del 34,5%, la tasa de desocupación aumentó del 6,45% al 11,45%. La inflación en este periodo fue positiva aunque en este tramo se fue desacelerando pasando del 84% en el año 1991 al 3,9% en el año 1994 guardando una relación negativa con la desocupación. Reducciones del nivel general de precios promueven aumentos del desempleo. Y al relacionar el crecimiento económico con la inflación el vínculo es positivo.

Entre 1996-98, el PBI nuevamente crece, pero la desocupación se reduce y llega al 12,8% en 1998, permaneciendo en muy elevados niveles. Entonces, el crecimiento dio lugar a una reducción de la desocupación. La inflación se mantuvo positiva y puede asociarse con aumento del empleo. Por lo tanto se mantuvieron los dos postulados: el crecimiento genera reducción del desempleo, y el nivel general de precios positivos asociado a reducción del desempleo. En cuanto a la relación entre PBI e inflación se verifican en ambos caso tasas positivas.

Entre 1999-01 fue de crecimiento negativo del 18,37% asociado con deflación del 4% para todo el periodo y desempleo que pasa del 12,8% del año 1998 a casi el 20%. Se verifica la relación directa entre variación del PBI y el empleo, para este tramo caídas del PBI asociadas con caídas del empleo. Se verifica la relación directa entre inflación y desempleo, en este caso: caídas de la inflación (deflación asociada con aumento de desocupación), caída del PBI que da lugar a caída en el nivel general de precios.

Las tres variables hoy

El modelo económico aplicado a partir de 2003. Arroja los siguientes datos: el PBI creció un 64%, tasa anual del 7,35%. (El periodo de crecimiento más prolongado que vivió el país). En igual periodo, la desocupación que en 2002 llegó al 21.5%, retrocedió año tras año hasta la crisis de 2009 (la peor crisis económica del capitalismo desde 1929). En 2003 el desempleo fue del 17,3%; 2004 del 13,6%; 2005 del 11,6%; 2006 del 10,2%; 2007 del 8,5%; 2008 del 7,9% y 2009 del 8,4%.

Esto confirma los postulados mencionados: Crecimiento del PBI. Reducción del desempleo, y aumentos del nivel general de precios asociados con reducción de la desocupación. En cuanto a la relación entre PBI y precios también se manifiesta una relación positiva, es decir el crecimiento del PBI, genera aumentos de precios. La magnitud del aumento de precios se vinculará con la relación de fuerzas entre los detentadores de la renta del trabajo y la renta del capital y es natural, que al aumentar el tamaño de la torta a repartir, los comensales merezcan una porción mayor.

Por lo tanto es este periodo de crecimiento económico sin parangón en la historia Argentina en el que se corroboran los postulados enunciados, es decir, los aumentos del PBI se asocian con caídas en la tasa de desempleo y tasas positivas de inflación. La tasa de inflación no frena el crecimiento del consumo. No existen indicadores que vaticinen un proceso de espiral hiperinflacionario, a pesar que la ortodoxia económica pronostica una debacle, el modelo económico actual, responde con mayor generación de empleo, y tasas soportables de crecimiento de precios, que son paleados con el fomento de paritarias para la recomposición del salario real de los trabajadores.

Crecimiento e inflación

por Andrés Quintana(GEENaP Formosa),
Buenos Aires Económico, 19 de febrero de 2010.

Existe regularidad empírica en ciertas variables económico-sociales como el tándem desocupación - deflación por un lado y crecimiento-inflación por otro.

Debemos insistir, la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social, por lo tanto los conceptos elaborados desde la economía política de un país o momento histórico determinado, no pueden trasplantarse a otras naciones sin tener en cuenta la idiosincrasia del país o región a implementar, ya que la economía no se desarrolla conforme a leyes naturales. Cuando se analiza un fenómeno económico, si no se lo somete a verificación, obtendremos inverosímiles conclusiones.

En el matutino del 31/1, el multimedio, convoco a economistas para analizar el aumento en el nivel general de precios. Con honestidad, el economista Todesca sostiene que se percibe una relación entre crecimiento e inflación y acto seguido menciona que la forma de evitar que el crecimiento genere inflación es mediante la estabilidad de las políticas públicas.

¿Qué se entiende por estabilidad de las políticas públicas? Parafraseando al responsable norteamericano para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, “en los 90 existía seguridad jurídica” ergo “las políticas públicas eran estables”. Además, desde la óptica neoliberal “la estabilidad de políticas públicas” se relaciona estrechamente con el manejo monetario de metas de inflación. Esto supone, ante el crecimiento de precios, elevar la tasa de interés como mecanismo-freno. Después del 2001, conocemos los efectos devastadores sobre la inversión y el consumo que estas aplicaciones han tenido en nuestro país.

En este análisis, se utilizarán tres variables de verificación: la tasa de variación del PBI en moneda constante, la de desocupación e inflación, entre 1991 y 2009. ¿Quizá se preguntará porque aparece la tasa de desocupación en este estudio? Simple, porque cuando aumenta el PBI, la desocupación tiende a la baja. Esta es una variable que el pensamiento neoliberal siempre soslaya. Por lo tanto determinaremos la relación empírica entre estos tres elementos

1) Se ha demostrado que en el corto y mediano plazo la relación entre inflación y desocupación es inversa, es decir aumentan los precios y se reduce la desocupación. Las investigaciones de Philips, Solow y Samuelson en 1960 alumbraron esta relación empírica estable.

2) Se ha demostrado la relación directa entre el crecimiento de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía y el nivel de desempleo, es decir cuanto mayor es la cantidad de bienes y servicios (PBI), la desocupación se reduce. Para que ocurra esto el PBI debe crecer a una tasa del 2,25%, era lo que sostenía Arthur Okun.

3) El postulado que debemos confirmar y que se deriva de los anteriores es el siguiente: si el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos aumenta el número de empleos, y la reducción del desempleo se vincula inversamente con la inflación, encontraríamos el siguiente mecanismo: al aumentar la producción de bienes y servicios aumenta la inflación.

Las tres variables aplicadas durante la Convertibilidad

Definiremos periodos de variación del PBI, dejando como variables de efecto la inflación y desocupación.

Empezaremos por el postulado que sostenía que aumento del PBI generan reducción de la desocupación.

Por lo tanto, en el periodo 1991-94 encontramos un crecimiento acumulado del 34,63%, a una tasa anual de 7,72%. La desocupación llegaba al 6,45% en 1991, al final del periodo fue de 11,45%. Esto implica un aumento del 39%, a una tasa anual del 8,6%. La regularidad empírica “a mayor PBI menor desocupación” en nuestro país no se verificó, ya que el crecimiento del desempleo no solo acompaño, sino que supero la tasa de crecimiento del PBI.

El periodo 1996-98 (en 1995 decreció). El PBI creció al 5,5% anual, en tanto la desocupación (que había llegado al 17,5% en 1995), llega en 1998 al 12,8%.

Comparando los datos del modelo convertible con el modelo económico actual, podemos afirmar que, transcurrieron 18 años, para que se recuperara el nivel de empleo en Argentina, dada la tasa de desocupación en 1990 de 7,45% y en 2008 de 7,9%.

Analizando las tasas de inflación, luego de la híper de 1.344% en 1990, se llegó a una inflación del 0,7% anual en 1998. La desaceleración fue tan impresionante como la aceleración de la desocupación. Aquí vemos, el aumento del desempleo generó reducción de la inflación, sin embargo, el aumento del PBI no generó reducción de la desocupación.

En el último tramo de la Convertibilidad, del 99 a 2001. El PBI cayó el 8,4%, esto es una tasa anual del 2,9%. Si incorporamos 2002 al análisis, la caída del PBI llegó al 18,4%.

Entre 1999 y 2001, el PBI acumulaba la caída del 8,4%, la inflación se torno negativa. Argentina sufrió tres años de deflación acumulada del 4%, una tasa anual de -1,33%. En materia de desocupación, en 1999 asciende al 14,15% esto es 1,35 puntos porcentuales mayor a la desocupación del año anterior. Hacia 2001, la desocupación aumenta en 4,6%. Es decir, mientras los precios de la canasta básica se reducían, el nivel de consumo continuaba en retroceso debido a la perdida de los puestos laborales, consecuencia de la caída de la actividad productiva del país.

Mientras se producía un duro proceso deflacionario, la desocupación alcanzaba niveles insostenibles desde el punto de vista social, llegando al 21.5% de la población económicamente activa.

Ahora bien, la relación entre crecimiento y desocupación, se verifica que caídas del PBI se asocian con aumento de la desocupación. Como consecuencia de la salida traumática de la Convertibilidad, la inflación saltó al 41% para luego reducirse al 3,4% en el año 2003.

Conclusiones de la performance de las tres variables durante la Convertibilidad

Entre 1991–94, se produjo un aumento del PBI del 34,5%, la tasa de desocupación aumentó del 6,45% al 11,45%. La inflación en este periodo fue positiva aunque en este tramo se fue desacelerando pasando del 84% en el año 1991 al 3,9% en el año 1994 guardando una relación negativa con la desocupación. Reducciones del nivel general de precios promueven aumentos del desempleo. Y al relacionar el crecimiento económico con la inflación el vínculo es positivo.

Entre 1996-98, el PBI nuevamente crece, pero la desocupación se reduce y llega al 12,8% en 1998, permaneciendo en muy elevados niveles. Entonces, el crecimiento dio lugar a una reducción de la desocupación. La inflación se mantuvo positiva y puede asociarse con aumento del empleo. Por lo tanto se mantuvieron los dos postulados: el crecimiento genera reducción del desempleo, y el nivel general de precios positivos asociado a reducción del desempleo. En cuanto a la relación entre PBI e inflación se verifican en ambos caso tasas positivas.

Entre 1999-01 fue de crecimiento negativo del 18,37% asociado con deflación del 4% para todo el periodo y desempleo que pasa del 12,8% del año 1998 a casi el 20%. Se verifica la relación directa entre variación del PBI y el empleo, para este tramo caídas del PBI asociadas con caídas del empleo. Se verifica la relación directa entre inflación y desempleo, en este caso: caídas de la inflación (deflación asociada con aumento de desocupación), caída del PBI que da lugar a caída en el nivel general de precios.

Las tres variables hoy

El modelo económico aplicado a partir de 2003. Arroja los siguientes datos: el PBI creció un 64%, tasa anual del 7,35%. (El periodo de crecimiento más prolongado que vivió el país). En igual periodo, la desocupación que en 2002 llegó al 21.5%, retrocedió año tras año hasta la crisis de 2009 (la peor crisis económica del capitalismo desde 1929). En 2003 el desempleo fue del 17,3%; 2004 del 13,6%; 2005 del 11,6%; 2006 del 10,2%; 2007 del 8,5%; 2008 del 7,9% y 2009 del 8,4%.

Esto confirma los postulados mencionados: Crecimiento del PBI. Reducción del desempleo, y aumentos del nivel general de precios asociados con reducción de la desocupación. En cuanto a la relación entre PBI y precios también se manifiesta una relación positiva, es decir el crecimiento del PBI, genera aumentos de precios. La magnitud del aumento de precios se vinculará con la relación de fuerzas entre los detentadores de la renta del trabajo y la renta del capital y es natural, que al aumentar el tamaño de la torta a repartir, los comensales merezcan una porción mayor.

Por lo tanto es este periodo de crecimiento económico sin parangón en la historia Argentina en el que se corroboran los postulados enunciados, es decir, los aumentos del PBI se asocian con caídas en la tasa de desempleo y tasas positivas de inflación. La tasa de inflación no frena el crecimiento del consumo. No existen indicadores que vaticinen un proceso de espiral hiperinflacionario, a pesar que la ortodoxia económica pronostica una debacle, el modelo económico actual, responde con mayor generación de empleo, y tasas soportables de crecimiento de precios, que son paleados con el fomento de paritarias para la recomposición del salario real de los trabajadores.